Magro favor nos ha hecho la presidenta del CTPCBA en su “descargo” publicado
en la revista Ñ (<http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Traductores-el-futuro-de-una-profesion-que-exige-el-trabajo-humano-responsable_0_734326755.html>)
Por empezar, además del bochorno de necesitar copiarse nada menos que la definición de la
profesión de la página de UDELAR de Uruguay, la Traductora Rodríguez increíblemente
confunde la problemática de la profesión de traductor público con la de las
otras ramas de la traducción, y en lugar de presentar un cuadro realista de la
posición del traductor frente a la tecnología, se ocupa de adular a los
colegas, crear enemigos externos, promover honorarios mínimos obligatorios e
incitar a la caza de brujas entre los mismos traductores. Aparentemente
confundió la oportunidad de difusión pública con su campaña de reelección.
Los traductores públicos son
los depositarios exclusivos de la fe pública en lo que se refiere a la confiabilidad
de una traducción, y sólo con su certificación y firma ésta tiene valor legal. Bajo
el amparo de la ley 20.305, ningún organismo público puede recibir documentos
ni declaraciones en idioma extranjero y, si se omite la intervención del traductor
público, se afecta la validez del acto y el funcionario que lo acepta incurre
en incumplimiento de la ley.
La función del Traductor Público es necesaria para la sociedad y las
instituciones y por su naturaleza jurídica sólo puede ser ejercida por personas
físicas. Esto hace que la tecnología no sea una amenaza sino una aliada, ya
que ningún programa puede dar fe ni certificar, pero sí facilitar nuestro
trabajo.
Así como hace unos años se instaló el uso de las memorias de traducción,
la traducción automática y gratuita
ya es una realidad. Si bien actualmente sólo cubre algunas necesidades de
traducción básicas (por ejemplo para dar una idea del contenido de un texto) y en
manos de un usuario común los resultados son poco o nada confiables y muchas
veces irrisorios, es evidente que la calidad de las traducciones automáticas
va mejorando rápidamente y su confiabilidad irá creciendo.
Los traductores - públicos o no -
no debemos dar la espalda ni denostar
las innovaciones sino probar y aplicar las nuevas herramientas en beneficio de
la calidad y celeridad de nuestro trabajo y de nuestra competitividad en eficiencia
y costos. La especialización es y será una clave para la supervivencia, ya que sólo
un ojo experto puede hacer la diferencia con una máquina o con una persona
bilingüe + un diccionario.
El dramático aumento en la eficiencia que estamos experimentando nos
hace preguntar si en el futuro habrá trabajo para todos y si los cientos de
traductores que egresan cada año podrán incorporarse al mundo de la traducción
actual en el cual, con la excepción de las traducciones públicas, que están
protegidas por la ley, el grueso del trabajo está en manos de grandes
agencias internacionales.
En cuanto a los traductores públicos, el cumplimiento de la ley 20.305
por los organismos públicos y la decisión férrea de los profesionales de defender
su independencia en el uso de la matrícula, serán fundamentales para el
cumplimiento cabal de sus funciones como profesionales liberales y así alcanzar
el ansiado “prestigio”, tan invocado por la Sra. Presidenta del Colegio de
Traductores Públicos, pero con el que tan poco ha colaborado, al menos en esta
ocasión.
La bitácora de los traductores públicos
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